LA INTEGRACIÓN PARA LA PAZ
Europa sabe bien lo que es ser emigrante, y más aún cuando la causa es la guerra. De las grandes migraciones a América desde finales del SXIX, pasando por los refugiados de las dos guerras mundiales, dictaduras o los diversos conflictos del SXX, Europa ha sido productora de emigrantes, y todos aquellos países que han brindado refugio a los europeos se han visto beneficiados económica, intelectual y culturalmente.
Fueron precisamente los conflictos del S.XX, en especial los europeos, los que llevaron a la firma de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados en 1951, garantizando unos derechos internacionales mínimos para aliviar las terribles consecuencias de situaciones como esta de la que somos testigos. Derechos con los que hemos estado de acuerdo durante más de 60 años y a la luz de los acontecimientos actuales es cada vez más urgente y necesario que los sigamos cumpliendo, es una responsabilidad no solo legal, sino ética, moral e histórica.
Nuestra modernidad globalizada se caracteriza por un alto grado de complejidad social y geopolítica. A raíz de la profunda interconexión que significa la globalización el tema de la migración nos concierne a todos, y estamos obligados a hacer todo lo posible encontrar una solución a la actual situación de crisis debemos comprender que los refugiados se han visto forzados a enfrentar una muy peligrosa ruta en la que han muerto una enorme cantidad de sus seres queridos en el desesperado intento de normalizar su vida alejada de los horrores de la guerra y lo mínimo que podemos hacer es recibirlos con comprensión, empatía y tolerancia y darles las herramientas básicas para que recuperen sus vidas, en convivencia con las nuestras.
Hay que dotar a aquellos que recibimos de las herramientas mínimas necesarias para garantizar su integración plena:el lenguaje y un adestriamiento sociocultural intensivo¿Por dónde podemos comenzar a arreglar este enredo? ¿Qué bases debemos sentar para encontrar una solución contundente a largo plazo? La respuesta a lo anterior no es otra que la de tender puentes. Es obvio que ni Europa, ni ninguno de sus países miembros busca fomentar la xenofobia y tampoco puede autoimponerse el ostracismo y cerrar sus fronteras negando así tanto la realidad del conflicto como la de un mundo globalizado. Pero también es obvio que si se da la bienvenida a los refugiados y diversos migrantes, debe ser una labor continuada y estructurada, no un mero gesto vacío de buena voluntad para limpiar conciencias. No sirve de nada abrir la puerta si una vez dentro son abandonados a su suerte en un entorno hostil, sin estructuras familiares o sociales de apoyo y en la necesidad de sobrevivir
La mayor fuente de paz es la comprensión mutua y la empatía. Y a ellas solo se puede llegar fomentando una cultura de acogida sincera buscando la plena integración de los inmigrantes en el nuevo entorno social a través del aprendizaje sociocultural, y a esto debe sumarse el reconocimiento de los migrantes como miembros productivos de la sociedad por parte de la población nativa. De esta manera se crearán lazos sociales e intereses mutuos y a través del intercambio de experiencias continuadas se sentarán las bases de la solidaridad.
Por lo tanto, debemos asumir el reto de crear un modelo eficiente, significativo e integral para la acogida e integración de inmigrantes y refugiados; y enfrentar la problemática actual con soluciones estructuradas y bien dirigidas no solo a cubrir las necesidades más inmediatas sino a proporcionarles las herramientas justas que garanticen una plena integración a largo plazo. Si logramos dar estos pasos, urgentes e ineludibles, podremos ver progresos en el camino hacia la paz con nuestros semejantes y reduciremos la desconfianza mutua y el prejuicio aminorando así la posibilidad de un desenlace conflictivo o trágico, un migrante plenamente integrado verá al vecino como "el otro", "el enemigo", sino que será su semejante y entre semejantes, cualquier entendimiento es posible, incluso superar las barreras internacionales.